8 de septiembre de 2009

::::Aquel Poblenou era algo más que un barrio::::

Hace pocos años cuando un residente,una persona algo mayor decía ir al centro de la ciudad, decía que "iba a Barcelona". Este era el concepto de barrio que se vivía entonces. Poblenou era la fábrica de Barcelona, también el límite, la frontera, también el detritus, con esa cloaca abierta del Bogatell o incluso un gran cementerio, como en la novela "Memento mori"*,que se expandía por sus calles los fines de semana. Y es que Poblenou era todo eso una gran fábrica donde la revolución industrial hizo sus ultimas fogatas antes que una vez trasladadas a la periferia terminar por desaparecer. Era esa cloaca, esa agua purulenta de oscuro ocre metálico que aún fluye menos pesada pero con más mierda (orgánica) por debajo de la urbe para soltarla lejos, pero no lo suficiente como para que su aroma no nos llegue de nuevo un día propicio del final del verano. Era y sigue siendo esta parte de la ciudad muerta, hoy incluso más que ayer. Los fines de semana y en verano los vecinos sacaban una silla a la calle, la televisión aparte de ser en blanco y negro, no ocupaba todo el tiempo libre. Hoy los que viven huyen de esa ciudad terciarizada con pantalón corto y el deposito lleno de gasolina.
Poblenou, aparte de su Rambla, antiguo Paseo del Triunfo, la única que junto con las del centro de Barcelona han aguantado desde los viejos tiempos. Tiene otro centro histórico, no quizás el primer núcleo habitado como a veces se dice, pero sí que guarda esa imagen primigenia.Me refiero claro está a la Plaça Prim, antigua de Isabel, o con su nombre nombre popular:Plaça dels Pescadors. En medio del derribo compulsivo de toda aquella zona y cada vez de una forma más precaria, nos ofrece aún un remanso tranquilo donde guarecernos bajo la sombra de los árboles que aún perviven, los "bellaombra" y ofrecernos el bálsamo del recuerdo. Eso si no coincides con el amplio despliegue de mesas del Restaurante "Els Pescadors" que en buena medida ha llegado a monopolizar el uso de la plaza.


No sólo la fotografía sino también la pintura retrató la atmósfera de la plaza
* Memento Mori, de Antonio Rabinad (Argos Vergara, BCN, 1983).